lunes, 3 de septiembre de 2012






 De Mons. Luis María Martínez


Al Espíritu Santo debe amársele como se ama la belleza, como se ama el cántico del amor; porque el Espíritu Santo es como el cántico sustancial de Dios, ese cántico que se derrama en el universo. Puesto que el Espíritu Santo es la consumación, el alma que lo ama debe ser perfecta y consumada en todo.
El alma que ama con el Espíritu Santo es fidelísima a sus santas inspiraciones, como una lira delicadísima que canta al menor soplo del viento.

PUBLICADO POR SOTO CRUZ


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