8ª REGLA.
AMOR A MARÍA Y OBEDIENCIA.
Tiene esta regla también una doble intención.
-El amor a María.
-La Obediencia.
-Pudiera parecer que el amor a María no es tan
necesario o algo opcional o secundario. Hemos de recordar que todo cuanto ha
pasado en la Iglesia es por el sí de María. Y hasta nuestros días, nada pasa
sin Ella.
El fiel está llamado a imitar el amor
de Jesús a la Virgen.
Todos los bienes redentores nos
vinieron x Ella.
Llevamos tres mil años de amor,
devoción y amor a María.
Después de la Trinidad y de la Sacratísima
Humanidad de Cristo, María es el ser más grande que existe y nunca existirá
nada más grandioso y puro que Ella.
Si pensamos en todo esto, veremos la
necesidad de amar cada vez más de amarla.
-También imitarla en su perfecta
Obediencia para con Dios y para con los hombres. Recordemos “He aquí la esclava
del Señor…” y se arrodilló ante la voluntad del Padre y engendró para nosotros
la Salvación. Para Ella, humanamente hablando, recordar la Pasión y Muerte de
su Hijo inocente y amoroso, le generaba un martirio atroz. Ese crisol de dolor
purísimo es el mayor que ha sufrido y que no sufrirá un alma jamás. Ella
conserva una altísima unión con el Espíritu Santo, que la lleva a ofrecer
constantemente a su Hijo como Redentor. Es el más grandioso acto de Obeciencia
Pura. Si queremos imitar a la Virgen María, tenemos que pasar por nuestros
propios crisoles, a imitación de Ella y recordemos que, sufrir como Cristo, con
el Espíritu Santo no duele, porque se olvida el dolor cuando se engendra en
nosotros el Amor.
*** APOSTOLADO DE LA CRUZ * EL PUERTO DE SANTA MARÍA ***
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