VICIOS OPUESTOS A
LAS VIRTUDES DE SACRIFICIO
1. Inmortificación
La Inmortificación procede de la
Sensualidad y del Amor propio principalmente.
La Comodidad y la Delicadeza lo alimentan y
hacen crecer, ayudándole además a que
llegue a su completo desarrollo,
por medio de la Molicie.
La vida espiritual subsiste y crece con la
savia de la Mortificación; esta virtud la vigoriza y prepara el alma para grandes gracias.
En cambio la Inmortificación mata esta vida
del alma, o cuando menos la hiela y seca, enervándola para
todo bien; porque hay que desengañarse: la vida del espíritu,
nace, crece y se desarrolla solamente en el campo
doloroso de la Mortificación voluntaria, o sea de la Cruz: no existe
otra vereda para llegar a ella, sino la estrechísima del
Dolor.
La Mortificación es la escala
que más pronto y directamente
lleva al cielo por las virtudes, ella es la perla del corazón que me ama. En cambio no existe declive más
inclinado, que haga descender al corazón por toda clase de vicios, como la Inmortificación.
El alma que se deja llevar de ella, pronto
caerá
en el pecado.—¿Di, Señor, en qué cosas se debe uno
mortificar y cuándo ?
—Siempre y en todas partes,
especialmente cuando siente el alma alguna afición desordenada aún en la más
santo; cuanto más en cualquier determinado vicio. En todo
lo que no sea recto debe el
alma mortificarse, enderezando sus actos e intenciones hacia Mí solamente, y con
el único fin de agradarme.
En lo ilícito siempre hay
que mortificarse por deber y en lo lícito, por amor Mío.
La Mortificación debe ser el pan
cotidiano del alma: ella es el crisol en donde constantemente debe
purificarse, y el agua en que debe lavarse.
Es un mana la mortificación que contiene
muchos sabores y siempre nuevos en los cuales el alma se llega
a embriagar de
tal manera, que pasa a constituir su felicidad en la tierra, siéndole penoso vivir sin Dolor, y solamente con
el fin sobrenatural de darme gusto y
complacerme.
Progresos muy grandes en la perfección, hace un alma mortificada; en cambio la que se deja llevar de sus gustos e inclinaciones, se mancha, se abaja y retrocede,
poniéndose en peligro de perder el
calor y la vida espiritual del alma.
La
Inmortificación, sin embargo, reina hoy en el mundo y
desgraciadamente invade también a las Religiones.
La
nieve de los claustros es la Inmortificación: ella destruye
el calor del amor divino y congela a las almas con su contacto.
Es
además, La Inmortificación, la destructora da
la Oración: infiltra en el
alma la Disipación y el Fastidio, las Distracciones y el
Cansancio, poniéndose como poderoso obstáculo entre Dios y el
alma.
La Inmortificación deseca las fuentes
de las inspiraciones Divinas y cierra las puertas a las
comunicaciones del Espíritu
Santo. Grande mal es la Inmortificación, y uno de los venenos con que Satanás
mata a las Congregaciones religiosas.
¡Desgraciadas
las Religiones sin la Mortificación como reina y Señora! ellas vendrán por tierra
más o menos tarde, porque una de las más
poderosas palancas que la sostienen, es
la mortificación!
Un
alma fría, generalmente, es una alma Inmortificada. Un alma con
frecuentes recaídas, tiene también por causa de su debilidad la
Inmortificación. Un alma que no avanza en los caminos
de la perfección, es decir, de las virtudes y de la Cruz, es también
sin duda, inmortificada. Un alma que no adelanta en la
oración no vacile en afirmar que le falta el indispensable
apoyo de la Mortificación, o llave con la cual se abren esas divinas puertas
que ponen al espíritu en comunicación directa con Dios.
La
Mortificación debe acompañar a todos los actos del hombre tanto
interiores como exteriores en sus potencias y sentidos. ¡Oh y qué bella es la
Mortificación interna y espiritual! en ella se complace el Espíritu Santo!
Y
de la misma manera que existe Mortificación interna, de la
cual se produce la externa, igualmente hay Inmortificación interna más refinada, y de la que se
produce la externa. No existe la una sin la
otra puesto que del corazón parte el bien y el mal, y ahí se elaboran tanto las virtudes como
los vicios: pero, existen unos vicios
internos, que tocan con especialidad
los puntos más íntimos del alma, creciendo con esto su daño y malicia. La Inmortificación interna, por ejemplo,
pasa a dejar desarrollarse los pecados secretos, sin oponer resistencia: ella patrocina a los vicios
espirituales, y a los vicios
espirituales perfectos, y da rienda suelta a la Libertad culpable de
las pasiones todas.
Grandes y estupendos males causa esta clase de Inmortificación y sólo se cura
con la santa Rectitud, Penitencia, Mortificación, y
Pureza de intención. CC 15, 305-310.
2. Molicie
La
molicie es la hija de la Pereza, y muy íntima compañera del
Cansancio y del Desaliento. La Molicie es la Comodidad en su más alto
grado, y el depuramiento de la Sensualidad.
Aborrezco a este defecto tan contrario a mi doctrina y a mi Cruz y todo
cristiano debiera aborrecerla igualmente.
La molicie
embota los sentimientos del alma
para todo lo bueno, santo y espiritual, y adormece
el corazón
debilitando además su energía y valor para el sacrificio. EL alma de quien se apodera la Molicie, va sustrayéndose
a los actos do piedad y a la práctica de los Sacramentos, concluye por abandonarlos
por completo y perderse.
La
vida espiritual está en una completa contraposición con la Molicie
porque la vida espiritual lleva consigo en sus venas a la Actividad
y al Sacrificio.
El
Dolor, es también antagonista do la Molicie, pues este defecto que raya
en vicio, descansa en mullido lecho de olorosas flores.
¡Desgraciada el alma de quién hacen su presa! ella pagará muy
caro la vida muelle y deliciosa que en el mundo usa.
La
molicie es un vicio que va contra
Dios por la gloria que le quita; contra el prójimo y el pobre por el bien que le deja de hacer, y
contra el alma misma que la lleva consigo, por el daño
funesto que le produce. La molicie es enemiga acérrima de la Cruz, y su
misión es ahuyentar del alma las virtudes y la vida interior que
tantos bienes le produce.
La
Penitencia y la Mortificación la hacen estremecer
: el Sacrificio, la
Abnegación, el Sufrimiento y el Padecimiento voluntario, son letra muerta para
la Molicie, y aún de su sombra huye.
El
remedio único para este pegajoso vicio, consiste en el Trabajo y
Desprecio propio, unido con la Constancia, el Vencimiento y la Generosidad.
El
alma que no se sacude valerosamente y con presteza de tan dulces y magnéticos brazos
vivirá una vida floja, egoísta e inútil cuando menos, y se quemará largo
tiempo en el voraz fuego de un terrible Purgatorio. CC 14,
241-243.
3. Delicadeza
La Delicadeza es hija de la Molicie.
Esta Delicadeza no es aquella Delicadeza pura y espiritual que busca la limpieza del alma, y se
lastima con el menor polvo que la empaña.
Consiste,
al contrario, en un pulido refinamiento de exagerada sensualidad.
Los pretextos y los mimos forman un séquito; aún el aire que esta
delicadeza funesta respira, tiene que ir embalsamado de suaves
perfumes. Parece que hasta la luz lastima a este adelgazamiento satánico de la
Delicadeza.
El
amor propio, es decir, el enamoramiento y cuidado de sí mismo reina en la
Delicadeza, en su mayor extensión.
Las
almas y los cuerpos a quienes guarda el nicho dorado de la Delicadeza, merecen el Purgatorio, y aún se exponen muchas veces al infierno!
Y
sin embargo, el mundo y aún algunas religiones están llenas de tan
pernicioso mal. Esta maldita delicadeza es tan fina, que no respeta lugar en donde
suavísimamente no se introduzca.
¡Ay de las almas que de ella se dejan
coger! pueden contarse por desgraciadas, porque todo cuanto aleja
de mi Cruz, aleja de Mí mismo; y el que de Mí se aleja, se pierde sin remedio.
Aborrezco a este lazo de Satanás cuando soy capaz, es decir,
infinitamente, pues sólo Yo puedo medir los daños sin número que causa en las almas.
La
Delicadeza no existe en la vida espiritual. La razón es sencillamente
porque allí no puede existir; es decir, no puede haber vida espiritual en donde
ella reside: la una es enemiga de la otra y
jamás pueden juntarse.
La Delicadeza huye de la
Cruz, y la vida espiritual se abraza de
ella: la Delicadeza aborrece al Dolor en todas sus formas y la vida espiritual concreta en el Dolor
su mayor dicha.
La
Delicadeza se goza en los más finos placeres; la vida espiritual los
odia y se aleja de ellos: la Delicadeza ama el Descanso y la
inacción: la vida espiritual arde y se abraza en el vivo fuego
del Amor activo, que nunca busca ni acepta descanso, porque su
descanso está EN NO DESCANSAR. Ya verán si hay completa
oposición en la Delicadeza, muelle y emponzoñada y en la
hermosa vida de amor y de sacrificio.
El
remedio contra la delicadeza consiste en la total transformación del alma por
medio de la propia crucifixión.
Aquí se necesita el completo
escuadrón de las virtudes guerreras para matar toda propia condescendencia y
debilidad del alma para consigo misma.
Solamente
con este heroico valor y con la potencia formidable
de semejantes virtudes, se podrá derrocar y destruir este suavísimo y enmelado vicio que a tantas almas hunde en la eterna
perdición.
Que
las almas abran los ojos y contemplen en la Delicadeza el camino derecho para su eterna ruina, y en
la Cruz el sendero recto
para la eterna salvación.
El Dolor viene hoy a destruir a la Delicadeza, a arrojarla de su trono, a desenmascarar a Satanás, y a dar el
grito de ¡alerta! a tantos miles y miles de almas engañadas y
adormecidas con el embriagador licor de la Delicadeza CC 14, 243-247.
4. Comodidad
La
Comodidad es hija de la Delicadeza, y corre por sus venas
la sangre da la Pereza.
Es
compañera
de la Molicie, y siempre lleva consigo la Ociosidad.
La
Comodidad es ahora la reina del mundo, extendiéndose su influencia
de uno a otro polo.
Las
Religiones también, ¡ay! la tienen muy arraigada: y por esto a la mayor parte
de las mismas las envuelve tanta tibieza.
La Molicie espanta hasta cierto punto a las almas
que se llaman espirituales: pero
Satanás
le da a la Comodidad mil clases de colores y hace que la reciban
en sus corazones sin el menor escrúpulo.
¡Cuántos hay de estos engaños en las
Religiones!
La Comodidad es uno de los puntos más deleznables de las comunidades
religiosas, punto por donde Satanás mina a las mismas para
debilitar su espíritu y hacerlas caer en la tibieza.
Comienza
el demonio con vil astucia a poner en las Religiones lo superfluo como necesario
y la tolerancia por cosa indispensable.
De
esta culpable Comodidad a la Delicadeza hay solamente un paso; Satanás sabe muy bien
urdir mil imaginarios pretextos para arrastrar insensiblemente a los Religiosos
al reinado
de la Comodidad. Ponderando la necesidad de la salud, se pasa con suma facilidad a la
Sensualidad.
¡Cuan resbaloso es este camino de astucias
satánicas que conducen a la Comodidad y de esta a muchos males!
La
Condescendencia culpable extiende gran
parte de su reinado en la
Comodidad. El Amor-propio es su brazo derecho; y aún el Egoísmo tiene en la
Comodidad parte de su campo.
En
todos los actos de la vida del hombre, en más o menos escala, se
introduce este dañino mal, que los desvirtúa y aún los envenena.
Esta serpiente de la Comodidad se introduce
hasta en lo más Santo. Se le
encuentra en el Templo y en la Oración, en el cuerpo y aun en el alma.
La
Comodidad del cuerpo se deja ver en el dormir, en el comer, en el descanso, y en las ocupaciones que puedan
satisfacerle; mas el mérito de la virtud
está en encontrarla. Cuando el espíritu domina a la materia y llega a
postergarla, a fuerza de contrariarla y vencerla, entonces el
hombre está en su punto correspondiendo al fin para que lo creé.
La
Comodidad en el espíritu camina unida con la del cuerpo: a la medida que se le conceda la
comodidad al cuerpo se introduce en el
espíritu.
''Aquel que me quiere seguir", debe tener muy a raya el cuerpo. El negarse a sí mismo consiste en
oponerse absolutamente a que el alma y el cuerpo reciban Comodidad.
La Comodidad de] alma consiste en buscar en
las oraciones, obras de piedad y de misericordia,
penitencias, etc., todo lo que pueda satisfacerle.
La
Comodidad del espíritu está en el buscarse a sí.
Esto, como se ve, está muy lejos de la Pureza
de intención, la cuál absorbe los
actos de la criatura, santificándolos, y dándoles valor y
en esos actos buscando solamente a Mí.
¿Ven hasta qué punto sube la dañina
Comodidad, invadiendo también la vida del espíritu al desplegar sus
alas en la
vida material y ordinaria?
Casi
nadie en el mundo lo comprende así, corriendo este vicio sin que
nadie se ocupe de interceptarle el paso. ¡Oh! Sólo Yo sé el mal tan estupendo que la
Comodidad causa en las almas y en la vida
espiritual!
Muchos,
muchísimos
de los que se llaman míos están abrazados, unidos y pegados a
tan pernicioso mal!
No
sólo
con fútiles pretextos admiten a la Comodidad, sino más aún,
corren a buscarla, y no pueden, no, vivir sin ella. ¡Y los que tal hacen se
llaman cristianos y se llaman míos! ¡Engaño funesto!
"El
que quiera venir en pos de Mí", que deje la Comodidad, que se niegue
a sí mismo, que en nada se busque a sí, y que me siga.
Yo
en mi paso por la tierra no tuve una piedra en donde reclinar mi cabeza, y millones de hombres se
mecen en la más refinada y muelle Comodidad! Y ¿éstos
me siguen? No, no; son más de palabra, mas
en la práctica de los hechos, al tratarse
de crucifixión, reniegan de mi doctrina, y con las obras, prueban cuán lejos se hallan de Mí.
¡Desgraciados! van contra la Cruz,
por más que con la lengua la encumbren. Desengáñense y desengáñenlos: el
único camino que conduce a Mí, es el camino
de la Cruz, es decir, el del
aplastamiento y destrucción de toda
propia comodidad.
El mundo no entiende de esto; más que tampoco en las Religiones se haga algo sobre el particular,
esto me duele, y al mismo tiempo
hiere a mi Justicia y la irrita.
Se deja sin obstáculos, pasar a la
Comodidad y una vez estando ya dentro, Satanás se encarga de hacerla
fructificar para
su cosecha.
La
Comodidad es un gran mal, un espantoso mal para la
vida espiritual recta y santa: nadie comprende, repito, el veneno que consigo lleva, veneno lento, pero que
acaba por matar los vuelos del alma
para el sacrificio, infundiéndole una espantosa
inercia.
La
Comodidad también concluye por embotar los santos ímpetus del alma
hacia la Cruz y ¡no se conoce a serpiente tan fiera y astuta que con sus redes de
seda, caza a miles de almas para arrojarlas
al infierno!
Hay
que desinfectar esta atmósfera venenosa de la Comodidad que se respira en todas partes: ¿y saben
cómo? Con la Cruz: con el reinado del
Dolor.
El mundo se hunde por la comodidad: la Iglesia resiente dolorosamente este defecto Capital en sus
hijos.
El único remedio para tan contagioso mal es
el Sacrificio, es el Dolor, es la Cruz.
Que
sacuda el alma con violencia este sopor que la envuelve; que se renuncie a sí, y que me busque
a Mí, por el camino del propio desprecio y se librará, Yo se
lo prometo, de tan grande mal, el cuál puede acarrearle funestas
consecuencias
para la eternidad.
Que
las Religiosas se esfuercen, y haciéndose violencia, con toda valentía y
constancia, arrojen lejos de sí a la Comodidad.
Más, si dicen que no la
conocen, es porque no oran y porque no me
aman.
La
Oración y el Amor son los anteojos
por donde se ve,
se conoce y se mide a la propia Comodidad.
El
alma que por estos vidrios de aumento se asoma a su interior,
ve lo que jamás
imaginaba, y horrorizada entonces del fuego
en que estaba envuelta, se levanta y arroja lejos de sí, interior
y cxteriormente, a la serpiente
de la Comodidad, rompiendo
las redes en que estaba presa.
¡Feliz el alma que tal haya: ella ha dado un gran paso hacia la perfección! CC 14, 247-254.
5. Gula
La Gula es un vicio capital que reina en el mundo y es señor de todo el.
La Gula entra también en los claustros e invade las mesas más humildes, haciendo inconcebibles daños en
todas las escalas que recorre.
La Gula hace también estragos en los corazones y también en los cuerpos de miles de personas.
Ella
lleva consigo una clase de armas venenosas que tiene
el desorden: es la Gula hija
del Desorden, y por lo mismo es hija de Satanás. Orilla a muchos
otros vicios y es de terribilísimas consecuencias para el alma.
Consiste
la Gula en un desorden material que arrastra al apetito a traspasar los límites de la
discreción y de la prudencia en el comer y en el beber.
Este vicio a veces domina de tal manera
al hombre, que lo absorbe y
precipita su espíritu en muchos y muy graves males.
La
Gula es el puñal de la vida del espíritu: ella enerva las fuerzas del
alma y es muy propia para producir la Tibieza, la
Frialdad y el Desaliento.
Este
vicio estragador es más terrible de lo que parece a primera vista.
La
Gula es una pasión baja y desenfrenada que se reviste con muchos
colores y fases. Es desenvuelta en el mundo, en las personas
piadosas, y solapada y más terrible en los que se llaman míos.
Es un vicio que comúnmente se cubre con la Hipocresía y la más
fina Soberbia. El Respeto humano con mucha frecuencia acompaña a
la Gula.
La Gula hace la guerra ¡y cuánto! a la
vida espiritual, haciendo
que la materia predomine sobre el espíritu, debiendo ser todo lo contrario; pues, “no sólo de pan vive el hombre”.
Toda alma que se venciera
sobre lo particular, Yo le prometo la
hartura de mis gracias con aquella feliz hambre y sed insaciable y amorosa de Mí mismo.
Que los que se llaman míos, perseveren generosamente en la lucha, sacrificando su natural apetito, el
cual, desordenado, se convertiría en
vicio y veneno para el alma.
La Gula lleva con mucha facilidad el corazón al nefando vicio de la Impureza. De la Gula a la impureza hay sólo un paso, el
cual a toda costa se debe evitar.
La
embriaguez, de una manera
particular, casi siempre lleva consigo a
este maldito vicio de la Impureza; y por ser este vicio el que prefiere Satanás, lo favorece de
muchos medios, siendo la Gula muy principal
instrumento para conducir al alma a la Impureza.
6. Gula Espiritual
Existe
también
la Gula espiritual que viene de la Envidia, en gran parte, y
consiste en un desordenado deseo de santidad, el cual se
aparta del Abandono a la voluntad divina.
La
Perfección consiste en la moderación prudente de todo justo medio.
Este aviso que doy es de mucha importancia en
la vida espiritual y material; pues muy fácil
es a la naturaleza del hombre el
desordenarse.
En lo bueno como en lo malo, el apetito sensitivo
busca su propia
satisfacción, y tanto en lo uno como en lo otro, la Rectitud debe ser
la balanza de sus operaciones.
Hay personas que pasan la vida, pensando cómo darán gusto a su
paladar. Aún más: en muchas ocasiones el pensamiento de los
manjares quita de los corazones el recuerdo divino de mi Persona. ¡Oh,
aberración espantosa! ¡Parece mentira que la bajeza de la naturaleza corrompida
posponga a un pedazo de pan al Rey del
cielo y tierra! ¡Guerra al apetito desordenado de la
Gula!
La
templanza, virtud hermosísima, y el Vencimiento propio son
el contrapeso de este vicio.
El
aborrecimiento propio es muy útil para sujetar la materia a la razón y
al espíritu, ayudado de la Prudencia y Moderación. A
medida que la carne se vence, el espíritu, es decir, el Orden crece, y supera,
y llega a reinar.
El
Dominio propio, en esta materia,
es de mucha importancia, ya que el
viene a equilibrar las cosas, poniéndolas en su verdadero punto,
y en el orden en que Yo las creé, es decir, que el espíritu sea el
Rey de la materia.
La
razón
y la Fe deben dominar todo levantamiento de cualquier apetito viciado y
desordenado. ¡Oh, si esta comprendieran y practicaran los hombres!
Para
la ayuda de este dominio de la carne están la Penitencia y la
Mortificación, las cuales son armas con que se triunfa de la Gula
y de otras muchas pasiones.
Miren el funesto campo de
los vicios, y den el alerta a tantas almas que sólo viven de la materia, sin ni siquiera
vislumbrar las riquezas, los tesoros y
los infinitos bienes que se
encuentran en el vencimiento de las viles pasiones, y en la lucha
terrible contra sí mismo, la cual alcanza la victoria contra el enemigo.
En
el Orden se encuentra la felicidad; en equilibrar lo que el maldito Desorden destruye, se halla la
verdadera dicha.
Cuanto
más
se quite a la carne, mayor será la ganancia para el
espíritu.
Todo lo que el hombre voluntariamente se quita a sí mismo, por amor mío, lo encontrará
duplicado en el desarrollo interior de su
espíritu.
El Espíritu Santo recompensa toda
maceración de la carne con la abundancia de gracias.
Toda propia crucifixión o dolor, sea
interno o externo, que el hombre se procure por Mí, será recompensado
con creces.
¡Cuán grande es la vida del espíritu y cuán postergado está su reinado en el mundo! Cuán postergado se ve con frecuencia aún en las
Religiones!
El
hombre vive de materia, de fingidas vanidades y fugitivos placeres, que dejan lacerado el corazón: y no hace caso, no, del
santuario interno que dentro de sí lleva, en donde debiera
constantemente ofrecer incienso a su Dios y Señor, quemando sus vicios, ruindades y
viles pasiones en aras del sacrificio
amoroso. Mas esto no se conoce y mucho menos se practica.
Vengo
atraído
por mi grande Misericordia a dar una alerta al mundo: a despertar
de su letargo a tantas almas ilusionadas,
engañadas y sordas; vengo hoy con indecible abajamiento a
llamarlas a mi Corazón para salvarlas.
No
se asombren, no, de tanta bondad: quiero en los últimos tiempos olvidar los pecados del
mundo y salvar las almas que viven ciegas en
sus culpas e inculpables errores.
Vengo,
a dar un mentís a Satanás, a levantar mi Cruz y hacer reinar el
Dolor.
No
quiero ya falsa piedad, ni virtudes fingidas, ni vicios solapados y traidores; tiempo es ya de quitar la careta a Satanás, y de hacer patente al mundo sus
infames maquinaciones.
Quiero que reine la Pureza, la Cruz, el Dolor, y
la verdadera Santidad.
Quiero
solidez en los corazones; necesito
almas que me consuelen y aplaquen Conmigo a la divina
Justicia.
El
mundo se hunde por la sensualidad, y la Tibieza lleva el campo del universo entero... ¡Ayúdenme!
¡Préstense!... CC
14, 162-169.
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