MARIA EN EL MISTERIO DE SU SOLEDAD. (5)
El P. José Guadalupe Treviño, MSpS en los ejercicios espirituales del año 1924 le explica a Conchita:
La Maternidad de la Santísima Virgen tiene dos aspectos, uno relativo al Cristo real, otro al Cristo místico (la Iglesia y las almas).
Realmente: cuando se celebran los Dolores de María, celebramos su Maternidad. Y como ésta, tiene dos aspectos, por eso tiene dos fiestas.
En la primera fiesta de la Virgen de los Dolores, honramos la maternidad del Cristo natural, y en la de Septiembre, los dolores que le costaron la maternidad del Cristo místico.
Si pudiéramos dividir en María esas dos maternidades, la primera terminaría con el Santo Sepulcro; y la segunda se extendería desde su Soledad hasta su Asunción gloriosa. C.C. 41,169B
Conchita escucha que Jesús le dice: (Textos tomados de su Cuenta de Conciencia)
“En mi vida espiritual para con las almas, hija mía, nunca mi Madre se aparta de Mí; es decir, tiene que ser simultánea la imitación de nuestras vidas en la tierra; aunque la suya estuvo fundida en la Mía. Y así como Yo fui el Redentor, Ella fue la corredentora, y las almas que más la aman, y que más a Ella se asemejan son las que con más perfección toman mi parecido.
Tú tienes que imitarla en las virtudes, te he dicho siempre, sobre todo en su humildad y pureza de corazón. Estudia las que practicó en su soledad, y en la última etapa de su vida, siempre con su mirada y toda su alma puestas en el cielo, dándome, en su ocultamiento, gloria en la tierra.
Con su pasión de cielo, es decir, con su pasión de amor anhelando el cielo, alcanzaba las gracias del cielo para la naciente Iglesia. C.C. 41,63
Vivía del recuerdo de Jesús, de sus miradas y sonrisas, de aquel tesoro de doctrina que guardaba en su corazón. Pero ¡qué dolor... qué soledad, que vacío! No lo volvería a ver por siempre sino hasta el cielo. ¡Sólo la detenían sus hijos... la naciente Iglesia, la voluntad de Dios! ¡Sólo la sostenía la Eucaristía! C.C. 41,214
Esa etapa de la vida de María, es casi ignorada, siendo para su corazón el manantial de la amargura, y para el mundo la fuente inagotable de las gracias, y la vida de las misericordias.
Al pie de la cruz nacieron sus hijos: mi muerte les dio la vida en el Corazón de María, pero Ella, antes de morir, debía en la tierra, manifestar esa maternidad, comprando con los crueles dolores de mi ausencia, las infinitas gracias presentes y futuras para sus hijos.
La aureola especial de Madre de la humanidad, la conquistó María con sus martirios de soledad después de mi muerte. ¿Y acaso el mundo conoce, aprecia, y agradece esto?
Pero ha llegado el tiempo de que los hijos sean hijos y estimen ese corazón destrozado con los martirios más finos y sensibles, para hacerlos felices. Ahí entonces compró María los millones y millones de gracias para todos y cada uno de los hombres, y es tiempo ya de que se lo agradezcan”. C.C. 41,288
Como las virtudes de María fueron todas ocultas por su humildad, pues nunca Ella las externó, así sus dolores, fueron también ocultos, sin queja, sin reproche, aceptándolos todos, abrazándolos todos sin perder uno solo, y hasta amándolos, adorando en ellos la voluntad de Dios que era su vida. C.C. 41,291
Tú te habías hecho el cargo de la primera Soledad de María, es decir, de la exterior, pero no habías pensando en la interior, la más cruel y amarga, la desgarradora en la que el espíritu agoniza presa del desamparo.
Si un hijo cuesta tanto, ¿qué sería para María el comprar gracias con sus dolores para tantos hijos, y en unos años acumular el precio de la salvación, en unión de mis méritos, para los hijos que tenía presentes y para los futuros hasta el fin de los siglos? C.C. 51,290
MARÍA EN EL MISTERIO DE SU SOLEDAD
El P. José Guadalupe Treviño, MSpS en los ejercicios espirituales del año 1924 le explica a Conchita:“Y no creas que va a ser triste para la humanidad esta manifestación de María en su soledad, en sus martirios de ausencia, no hija: se celebrarán sus dolores, en el sentido de sus frutos de multiplicadas gracias y de suavidad para el hombre.
Y aquí de las rosas para los hijos que cubrieron las espinas y acerbos dolores para la Madre. Quedará lo que se ve en las rosas, los frutos conquistados con sus lágrimas; pero se avivará la gratitud, y saldrán del sepulcro del olvido tantos martirios cuantas coronas tienen sus hijos en el cielo”. C.C. 41,308
En su libro “Rosas y Espinas”, Conchita hace decir a María:
“Existe entre Jesús y yo una prodigiosa simpatía de carácter, temperamento, costumbres, miras, deseos y voluntad. Por eso la misma espada que hirió al Hijo, atravesó también a la Madre, como anunció Simeón; y no podía existir deseo, sufrimiento o gozo en el Corazón de Jesús, que no tuviera su reflejo, su eco en el mío.
¿Comprendes ahora un poco mi martirio de ausencia sin Jesús, la terrible separación de dos almas fundidas en una sola? Nada tan dulce como pensar en Jesús y nada tan cruel al mismo tiempo.
Al subir al cielo se llevó todos mis latidos, llevó consigo mi alma; y es tanta la violencia de atracción, la intensidad y la fuerza de nuestro recíproco amor, que sólo pido fortaleza para resistir el sacrificio de ausencia.
¿Y qué rosa trajeron estos internos dolores para ti? Aplicar por tu conversión el mérito de mi sufrimiento y con él santificarte. Cuando te veo venir, presiento los latidos de tu corazón amante junto al mío; el celo que desplegarás por la gloria de Jesús. Y entonces redoblo mis sacrificios, clamo al cielo para arrancarle tesoros de bendiciones, para envolverte y purificarte, para formarte una rosa en mi corazón, que recreando tu vista, te atraiga hacia mí para hacerte feliz aun a costa de las mil espinas que lo traspasen.
“Rosas y Espinas” pags. 128-129
Mons. Juan Esquerda Bifet en el Prefacio de esta obra, nos dice:
Al leer este libro uno queda invitado a vivir en unión con María, para que con su ayuda y ejemplo se puedan captar mejor los amores o sentimientos de Cristo. El trato con María llega a ser familiar. Al constatar la ingratitud humana de todas las épocas hacia Cristo Redentor, el lector queda invitado y estimulado a ser santo y apóstol. Ser amantes o devotos de María equivale a colaborar con ella en la salvación de las almas, es decir, a hacer que toda la humanidad encuentre, conozca y ame a Cristo Redentor. Para ello el creyente debe contagiarse, según la expresión conciliar del “amor materno” de María (Lumen Gentium 65)
Tal vez lo más original del libro es el sentido de “Soledad” de María desde la Ascensión de Cristo hasta la Asunción de la Santísima Virgen. Este tema es de suma actualidad para descifrar el sentido de nuestra experiencia dolorosa de Dios que, a veces, parece como que callara o estuviera ausente. Sólo una espiritualidad mariana auténtica logrará descifrar, por medio de una fe viva, que en el “silencio” resuena la Palabra de Dios (el Verbo hecho hombre) y que en la “ausencia” se hace realidad una nueva presencia (la del Emmanuel, Dios con nosotros). El misterio del dolor, que todos experimentamos, sólo se descorre compartiendo la vida en Cristo como María, para poder “completar” en nosotros la pasión del Señor. (cf. Col. 1,24)
El P. Raniero Cantalamessa en uno de sus libros hace una mención de Conchita sin nombrarla y cita además al P. Miguel Philipon, refiriéndose a ella en esta etapa culmen de su vida:
“Es bien conocido el ejemplo de una mujer mexicana, madre familia y mas tarde viuda, cuyo proceso de canonización está en marcha y que según algunos, tuvo una vida mística comparable a la de santa Teresa de Ávila; de ella se ha escrito que «en los últimos veinte años de su existencia se vio cómo se desarrollaba en ella, por inspiración divina, una nueva forma de devoción mariana: la imitación de la soledad de la Madre de Dios en la noche de su vida, en el momento en que su vida de amor alcanzó el culmen( 1 ). Esta soledad de María significa, al mismo tiempo, soledad y aislamiento, martirio silencioso en la pura fe, en la aparente ausencia de Dios y de su Hijo ya en el cielo.
Todo esto nos da una nueva luz sobre la vida de María después de pascua”.
“María, espejo de la Iglesia” Pags. 181-182.
No hay comentarios:
Publicar un comentario