viernes, 22 de febrero de 2013





(3)
QUÉ ES LA ENCARNACIÓN MÍSTICA                                   
                                                                  
Ofrecemos algunas descripciones:

Dom Bernardo Olivera, siendo Abad General de los Trapenses, la describió de esta manera:

“La gracia fontal de Conchita consiste en una unión transformante con Jesucristo en clave materna. Maternidad mística que se extendió luego hacia otros cristianos y cristianas. Es fácil encontrar la justificación teológica de este don, aunque algunos teólogos  de su época y de la nuestra tuviesen sus dudas. También es sencillo encontrar una razón antropológica: el don de la encarnación mística nos parece algo totalmente coherente con la personalidad humana de Conchita. Es precisamente aquí en donde confluyen su identidad personal cristiana: madre mística de Cristo y de muchos otros en Él. La teología nos ha enseñado desde siempre que la gracia divina asume y eleva la naturaleza humana y personal de cada uno. La vida de Conchita lo testimonia con convincente realismo”.

El P. François Léthel, ocd, miembro de la Pontificia Academia de Teología (Roma), y predicador de los ejercicios espirituales al Papa y la Curia Romana en la Cuaresma de 2011, escribe esta premisa:

“Le experiencia de la encarnación mística vivida por Concepción Cabrera de Armida es un espléndido testimonio de fe y de amor en el único misterio de la Encarnación.
El Hijo eterno del Padre “por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno de la Virgen María y se hizo hombre.” Sólo Jesús es el Verbo Encarnado, el único Salvador de mundo. No ha habido y no habrá jamás otra encarnación de Dios, pero todos los hombres están llamados a la más íntima unión con Él por obra del Espíritu Santo, como miembros del Cuerpo Místico que es la iglesia, nutridos con su verdadero Cuerpo en la Eucaristía.
Todos están llamados a la santidad (Lumen Gentium V), es decir a esta unión y transformación en Jesús, hasta poder decir como San Pablo: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). Viviendo en el Espíritu Santo como María y con María, el bautizado puede verdaderamente unirse a Jesús en la Encarnación, en la Pasión redentora y en la Resurrección gloriosa.
Cristo Cabeza desea de alguna manera revivir todos sus misterios en nosotros que somos miembros de su Cuerpo Místico. Como dice san Luis M. Grignon de Monfort: “El Hijo de Dios quiso formarse y por así decirlo encarnarse todos los días, por medio de su amada Madre, en sus miembros”. (Tratado de la verdadera devoción, 31). Esta es la encarnación mística que todos estamos llamados a vivir”.

El P. Miguel M. Philipon, op, teólogo del Concilio Vaticano II, escribe en su libro “Conchita, Diario espiritual de una madre de familia”:

“La gracia eminente de la encarnación mística, es una gracia de transformación en el Verbo Encarnado glorificador del Padre y Redentor de los hombres, en Cristo Sacerdote y Víctima. Gracia que realiza lo más íntimo y constitutivo de la existencia cristiana, ya que el Padre “nos ha predestinado a reproducir la imagen de su Hijo (Rm 8,29) y de esa manera poder ofrecer nuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios, un culto espiritual (cf. Rm 12,1). Bajo el signo del Hijo toda la Iglesia entra en comunión con la vida íntima de la Trinidad.
La gracia central de Conchita supone, por su misma naturaleza, relaciones personales con cada una de las Divinas Personas. Es gracia eminentemente trinitaria”.

En Diciembre de 1913, el Sr. Obispo de Puebla, Ramón Ibarra, llevó a Conchita a Roma para ser examinada por las autoridades eclesiásticas. También le consiguió una audiencia con el Papa Pio X, quien después de escucharla le dio la bendición y le dijo: “Prega per me”. Para prepararse a esa entrevista, Conchita fue a orar a la Iglesia del Gesù, de los Jesuitas. Allí escucha que 

Jesús le dice:
“Mira hija mía. La encarnación mística, es una gracia transformativa, en el sentido de asimilar a la criatura con su modelo Jesús, que soy Yo. Es gracia transformante unitiva, que no repugna en nada con las infinitas misericordias mías.
Al decir encarnación mística, debe considerarse que el alma entra en un período de gracias transformativas, que la llevarán, si corresponde, a la identificación de su voluntad con la Mía, a simplificarla, para que la unión con Dios, sea la más asimilable posible. Este es el fin de la encarnación mística con que el Espíritu Santo regala a ciertas almas.
En concreto, la encarnación mística no es mas que una gracia potentísima transformativa que simplifica y une por medio de la pureza y la inmolación con Jesús, haciendo al alma, a toda la criatura, en lo posible, semejante a Él.
Con este parecido del alma con el Verbo hecho carne, el Padre Eterno se complace; y el papel de Sacerdote y Víctima que tuvo Jesús en la tierra, se le comunica a esta alma para alcanzar las gracias del cielo sobre el mundo. Porque, mientras más un alma se asemeja a Mí, más el Padre Eterno la escucha, y no por lo que ella vale, sino por el parecido y unión Conmigo y con mis méritos, que es lo que vale para alcanzar las gracias”. C.C. 38, 519-522.


 DINAMISMO Y FINALIDAD DE LA ENCARNACIÓN MÍSTICA  


En los primeros ejercicios espirituales que hizo (año 1889) bajo la dirección del S.D. José Antonio Plancarte y Labastida, Conchita escuchó en su interior unas palabras programáticas: “Tu misión es salvar almas”.
Más tarde, en 1894, impulsada por los deseos ardientes de hacer concreto su anhelo de pertenecer totalmente a Dios, se grabó en el pecho el monograma JHS, y desde lo profundo de su ser brotó otra frase fontal de su itinerario espiritual: “¡Jesús Salvador de los hombres, sálvalos!” La encarnación mística lleva a plenitud esta misión salvífica encomendada por Dios a Conchita, porque al poner en “sus manos” al Redentor, le indica el dinamismo propio de la salvación. Le enseña a ofrecerlo y a ofrecerse en su unión, es decir, la enseña a vivir su sacerdocio bautismal en su doble perspectiva: sacerdotal y victimal.

Así como decimos que Sta. Teresa de Ávila es “Maestra de oración” y el Castillo interior su obra maestra y mistagógica, en la que nos enseña a vivir la experiencia de interiorización progresiva dentro del alma donde está el Rey y se da la comunicación con Él, así Conchita, desde el don particular que ha recibido de Dios, se constituye en “Maestra de oblatividad” (Ofrenda), porque nos enseña con sencillez y profundidad el dinamismo sacerdotal y salvífico, teniendo como punto central de referencia a Jesús, único Salvador, que se encarna para redimirnos y glorificar a su Padre; y que se encarna místicamente en el cristiano para transformarlo en Él y asociarlo a su misma ofrenda, la única agradable al Padre y hacerlo partícipe de su oblación salvífica redentora.

“Tienes contigo a la sacrosanta Víctima del Calvario y de la Eucaristía, la cual puedes ofrecer constantemente al Eterno Padre por la salvación del mundo. Este es el fruto más precioso del grande favor que he obrado en ti al encarnar en tu corazón. Te he dado lo más grande del cielo y de la tierra: a Mí mismo, con este fin…

Tú nada tienes de ti misma, pero conmigo lo tienes todo.

¿Ahora entiendes el por qué de la gracia pasada?”

-Sí, mi Jesús adorado, ahora veo que para cumplir mi misión de salvar almas, sólo teniéndote a Ti, sólo ofreciéndote a Ti lo conseguiré.

“Olvídate de todo y hasta de ti misma y que esta sea tu ocupación constante.
Cumple con el fin grandioso de esta gracia que, como ves, no es sólo para ti, sino universal…”

Ahora sí, mi sed de salvar almas se saciará, al menos estaré cierta de que con ese precio sí se compran las gracias para ellas… Ahora sí soy feliz en mi misma miseria, porque no soy yo la que compra, la que obra, la que vive, sino Jesús en míel Verbo en mí…Dios haciéndolo todo en su pobre criatura. ¡Bendito mil veces sea!

Cuenta de Conciencia Tomo 22, pags. 409-411.   21 de Junio de 1906

Tomado de la Tesina de Teología Espiritual presentada por la H. Laura Linares rcscj
en el Teresianum de Roma.


No hay comentarios:

Publicar un comentario