lunes, 3 de septiembre de 2012






 De Mons. Luis María Martínez


Al Espíritu Santo debe amársele como se ama la belleza, como se ama el cántico del amor; porque el Espíritu Santo es como el cántico sustancial de Dios, ese cántico que se derrama en el universo. Puesto que el Espíritu Santo es la consumación, el alma que lo ama debe ser perfecta y consumada en todo.
El alma que ama con el Espíritu Santo es fidelísima a sus santas inspiraciones, como una lira delicadísima que canta al menor soplo del viento.

PUBLICADO POR SOTO CRUZ


MATERNIDAD DE MARIA SANTISIMA




MARÍA EN EL MISTERIO DE SU SOLEDAD


La Maternidad de la Santísima Virgen tiene dos aspectos, uno relativo al Cristo real, otro al Cristo místico (la Iglesia y las almas).
Realmente: cuando se celebran los Dolores de María, celebramos su Maternidad. Y como ésta, tiene dos aspectos, por eso tiene dos fiestas.
En la primera fiesta de la Virgen de los Dolores, honramos la maternidad del Cristo natural, y en la de Septiembre, los dolores que le costaron la maternidad del Cristo místico.
Si pudiéramos dividir en María esas dos maternidades, la primera terminaría con el Santo Sepulcro; y la segunda se extendería desde su Soledad hasta su Asunción gloriosa. C.C. 41,169B
Conchita escucha que Jesús le dice: (Textos tomados de su Cuenta de Conciencia)
“En mi vida espiritual para con las almas, hija mía, nunca mi Madre se aparta de Mí; es decir, tiene que ser simultánea la imitación de nuestras vidas en la tierra; aunque la suya estuvo fundida en la Mía. Y así como Yo fui el Redentor, Ella fue la corredentora, y las almas que más la aman, y que más a Ella se asemejan son las que con más perfección toman mi parecido.
Tú tienes que imitarla en las virtudes, te he dicho siempre, sobre todo en su humildad y pureza de corazón. Estudia las que practicó en su soledad, y en la última etapa de su vida, siempre con su mirada y toda su alma puestas en el cielo, dándome, en su ocultamiento, gloria en la tierra.
Con su pasión de cielo, es decir, con su pasión de amor anhelando el cielo, alcanzaba las gracias del cielo para la naciente Iglesia. C.C. 41,63
Vivía del recuerdo de Jesús, de sus miradas y sonrisas, de aquel tesoro de doctrina que guardaba en su corazón. Pero ¡qué dolor... qué soledad, que vacío! No lo volvería a ver por siempre sino hasta el cielo. ¡Sólo la detenían sus hijos... la naciente Iglesia, la voluntad de Dios! ¡Sólo la sostenía la Eucaristía! C.C. 41,214
Esa etapa de la vida de María, es casi ignorada, siendo para su corazón el manantial de la amargura, y para el mundo la fuente inagotable de las gracias, y la vida de las misericordias.
Al pie de la cruz nacieron sus hijos: mi muerte les dio la vida en el Corazón de María, pero Ella, antes de morir, debía en la tierra, manifestar esa maternidad, comprando con los crueles dolores de mi ausencia, las infinitas gracias presentes y futuras para sus hijos.
La aureola especial de Madre de la humanidad, la conquistó María con sus martirios de soledad después de mi muerte. ¿Y acaso el mundo conoce, aprecia, y agradece esto?
Pero ha llegado el tiempo de que los hijos sean hijos y estimen ese corazón destrozado con los martirios más finos y sensibles, para hacerlos felices. Ahí entonces compró María los millones y millones de gracias para todos y cada uno de los hombres, y es tiempo ya de que se lo agradezcan”. C.C. 41,288
Como las virtudes de María fueron todas ocultas por su humildad, pues nunca Ella las externó, así sus dolores, fueron también ocultos, sin queja, sin reproche, aceptándolos todos, abrazándolos todos sin perder uno solo, y hasta amándolos, adorando en ellos la voluntad de Dios que era su vida. C.C. 41,291
Tú te habías hecho el cargo de la primera Soledad de María, es decir, de la exterior, pero no habías pensando en la interior, la más cruel y amarga, la desgarradora en la que el espíritu agoniza presa del desamparo.
Si un hijo cuesta tanto, ¿qué sería para María el comprar gracias con sus dolores para tantos hijos, y en unos años acumular el precio de la salvación, en unión de mis méritos, para los hijos que tenía presentes y para los futuros hasta el fin de los siglos? C.C. 51,290


El P. José Guadalupe Treviño, MSpS en los ejercicios espirituales del año 1924 le explica a Conchita:
“Y no creas que va a ser triste para la humanidad esta manifestación de María en su soledad, en sus martirios de ausencia, no hija: se celebrarán sus dolores, en el sentido de sus frutos de multiplicadas gracias y de suavidad para el hombre.
Y aquí de las rosas para los hijos que cubrieron las espinas y acerbos dolores para la Madre. Quedará lo que se ve en las rosas, los frutos conquistados con sus lágrimas; pero se avivará la gratitud, y saldrán del sepulcro del olvido tantos martirios cuantas coronas tienen sus hijos en el cielo”. C.C. 41,308
En su libro “Rosas y Espinas”, Conchita hace decir a María:
“Existe entre Jesús y yo una prodigiosa simpatía de carácter, temperamento, costumbres, miras, deseos y voluntad. Por eso la misma espada que hirió al Hijo, atravesó también a la Madre, como anunció Simeón; y no podía existir deseo, sufrimiento o gozo en el Corazón de Jesús, que no tuviera su reflejo, su eco en el mío.
¿Comprendes ahora un poco mi martirio de ausencia sin Jesús, la terrible separación de dos almas fundidas en una sola? Nada tan dulce como pensar en Jesús y nada tan cruel al mismo tiempo.
Al subir al cielo se llevó todos mis latidos, llevó consigo mi alma; y es tanta la violencia de atracción, la intensidad y la fuerza de nuestro recíproco amor, que sólo pido fortaleza para resistir el sacrificio de ausencia.

¿Y qué rosa trajeron estos internos dolores para ti? Aplicar por tu conversión el mérito de mi sufrimiento y con él santificarte. Cuando te veo venir, presiento los latidos de tu corazón amante junto al mío; el celo que desplegarás por la gloria de Jesús. Y entonces redoblo mis sacrificios, clamo al cielo para arrancarle tesoros de bendiciones, para envolverte y purificarte, para formarte una rosa en mi corazón, que recreando tu vista, te atraiga hacia mí para hacerte feliz aun a costa de las mil espinas que lo traspasen.
“Rosas y Espinas” pags. 128-129
Mons. Juan Esquerda Bifet en el Prefacio de esta obra, nos dice:
Al leer este libro uno queda invitado a vivir en unión con María, para que con su ayuda y ejemplo se puedan captar mejor los amores o sentimientos de Cristo. El trato con María llega a ser familiar. Al constatar la ingratitud humana de todas las épocas hacia Cristo Redentor, el lector queda invitado y estimulado a ser santo y apóstol. Ser amantes o devotos de María equivale a colaborar con ella en la salvación de las almas, es decir, a hacer que toda la humanidad encuentre, conozca y ame a Cristo Redentor. Para ello el creyente debe contagiarse, según la expresión conciliar del “amor materno” de María (Lumen Gentium 65)
Tal vez lo más original del libro es el sentido de “Soledad” de María desde la Ascensión de Cristo hasta la Asunción de la Santísima Virgen. Este tema es de suma actualidad para descifrar el sentido de nuestra experiencia dolorosa de Dios que, a veces, parece como que callara o estuviera ausente. Sólo una espiritualidad mariana auténtica logrará descifrar, por medio de una fe viva, que en el “silencio” resuena la Palabra de Dios (el Verbo hecho hombre) y que en la “ausencia” se hace realidad una nueva presencia (la del Emmanuel, Dios con nosotros). El misterio del dolor, que todos experimentamos, sólo se descorre compartiendo la vida en Cristo como María, para poder “completar” en nosotros la pasión del Señor. (cf. Col. 1,24)
El P. Raniero Cantalamessa en uno de sus libros hace una mención de Conchita sin nombrarla y cita además al P. Miguel Philipon, refiriéndose a ella en esta etapa culmen de su vida:
“Es bien conocido el ejemplo de una mujer mexicana, madre familia y mas tarde viuda, cuyo proceso de canonización está en marcha y que según algunos, tuvo una vida mística comparable a la de santa Teresa de Ávila; de ella se ha escrito que «en los últimos veinte años de su existencia se vio cómo se desarrollaba en ella, por inspiración divina, una nueva forma de devoción mariana: la imitación de la soledad de la Madre de Dios en la noche de su vida, en el momento en que su vida de amor alcanzó el culmen( 1 ). Esta soledad de María significa, al mismo tiempo, soledad y aislamiento, martirio silencioso en la pura fe, en la aparente ausencia de Dios y de su Hijo ya en el cielo.
Todo esto nos da una nueva luz sobre la vida de María después de pascua”.
“María, espejo de la Iglesia” Pags. 181-182.
1 • -. Conchita. Joumal spirituel d'une mere de famlle, París 1974. Roma 1985, pp. 210 ss 

POR LAS RCSCJ DE ROBLEDO DE CHABELA. ESPAÑA




CRISTO SACERDOTE
Jesús tuvo que asemejarse a sus hermanos para llegar a ser Sumo Sacerdote misericordioso y digno de confianza en las cosas de Dios, capaz de obtener el perdón de los pecados del pueblo”. Heb. 2,17-18
Jesús llegó a ser Sumo Sacerdote por medio de sus sufrimientos y de su muerte, ofrecidos con obediencia filial y solidaridad fraterna.
En el Misterio Pascual de Cristo, la aceptación completa de la solidaridad humana ha realizado efectivamente lo que los ritos de consagración sacerdotal, por medio de separaciones, se esforzaban en vano en obtener, esto es, la elevación del hombre a Dios, la unión de la naturaleza humana con Dios. Este misterio tiene, por tanto, un pleno valor de consagración sacerdotal. La gloria de Cristo resucitado ha sido reconocida como gloria sacerdotal.
La actitud generosa de Jesús mediador fue la de acoger plenamente la solidaridad humana. El sufrimiento humano existía; la muerte, el pecado, existían. Jesús descendió hasta el fondo de esta miseria introduciendo allí su amor y trazando así una vía de salvación. Hizo del sufrimiento y de la muerte una ocasión de amor extremo. Trazó la vía de la Nueva Alianza, la vía de comunión con Dios recuperada para nosotros pecadores.
Card. Albert Vanhoye: “Acojamos a Cristo nuestro Sumo Sacerdote” Pag. 39‐40
“Si soy Redentor, soy también, por este mismo hecho, el Mediador supremo entre los hombres y la Trinidad, entre la Trinidad y los hombres.
¡Qué dicha para los hombres tener un Dios hombre!, a un Corazón de hombre‐Dios, que lleva sus mismas entrañas de amor. ¿Qué haría la humanidad, si el Verbo no hubiera tomado su carne misma?
Sólo por esta ligación del Verbo con el hombre, tiene el hombre derecho al cielo. Sólo por el Verbo hecho carne, tienen valor sobrenatural los actos. Sólo por el Verbo hecho carne, tienen vida en abundancia la mortal y la eterna; tienen verdadera vida las almas, porque Yo soy la Vida. En Mí está la Vida verdadera, la Luz indeficiente, la Verdad infalible. En Mí está todo, porque soy el lazo divino que une la tierra con el cielo.”
Cuenta de Conciencia Tomo 52,147. 24 de Junio de 1928
“Cierto que soy Dios, pero también soy hombre, y quise cargar las miserias del hombre para expiarlas; quise sentir como el hombre y llorar como el hombre, y estremecerme con las mismas penas y gozos del hombre. Así es que aunque esté en el cielo, sé agradecer, sé sentir y conmoverme, porque la sensibilidad del hombre, afinada y divinizada, la llevo Yo en mi alma, en mi corazón, en todo mi Ser.
Al tomar la naturaleza humana, tomé el amor al hombre, por llevar la sangre del hombre, la fraternidad con el hombre; y conjuntas las dos naturalezas, la divina y la humana, divinicé, con el contacto del Verbo, al hombre, elevándolo de lo terreno para que aspirara al cielo.
Pero entre todos los hombres, distinguí a los que deberían ser míos, a los sacerdotes otros Yo, que continuaran la misión que me trajo a la tierra, y que fue llevar a mi Padre lo que de Él salió: almas que lo glorificaran eternamente.
Aquí está el secreto de la atracción del sacerdote para con las almas, de la fecundidad de su apostolado, de la comunicación de pureza, de unción, de luz, de virtudes, de lo divino a ellas, porque no es el sacerdote el que vive, sino Yo en él, con todas mis virtudes, carismas y dones, y aun, esplendores eternos de la Trinidad, comunicados.” C.C. 50, 199‐200. 11 de Enero de 1928
CRISTO VÍCTIMA
“No quisiste oblación ni holocaustos...pero me diste un cuerpo...he aquí que
vengo para hacer oh Dios, tu voluntad.” Heb. 10,7.9
La finalidad del sacrificio es cambiar las disposiciones del hombre, no las disposiciones de Dios. Su finalidad es la de “hacer perfecto en la conciencia al oferente”, ofrecer a Dios un corazón purificado y dócil. Hasta que no sea cambiado el corazón del hombre no es posible una auténtica relación con Dios, y por tanto no se hace realidad la finalidad del sacrificio.
Una aspiración religiosa no basta para cambiar la conciencia de un pecador. Para dar al hombre pecador el contacto auténtico con Dios es necesaria una mediación eficaz. El pecador debe ser ayudado por un mediador que no sea él mismo un pecador y que abra la vía a la comunicación con Dios.
Cristo ofreció su propia vida, afrontando los sufrimientos y la muerte en la perfecta obediencia a la voluntad salvífica del Padre y con un amor generosísimo a nosotros los hombres. Su sangre expresa este aspecto de muerte violenta transformada en ofrenda de obediencia filial y de solidaridad fraterna.
Card. Albert Vanhoye: “Acojamos a Cristo nuestro Sumo Sacerdote” Pags. 115‐117
Habla Jesús:
“Yo sabía que iba a morir; que vine a la tierra sólo para santificarla en el amor, y dejar en ella a mi Iglesia, para conducir con mi doctrina única, a la humanidad hacia el cielo.
Todo un Dios, no encontró manera más propia para satisfacer su sed de acercamiento con el hombre, que bajar al mundo como hombre, y quedarse en la Eucaristía como hombre, con corazón y latidos y caricias de hombre, sin dejar de ser Dios.
Y mira qué portento: quiso Dios juntar los polos; la Divinidad con la humanidad culpable, que necesitaba de una carne pura para purificarse, y de un amor divino para divinizarse.
Yo mismo, Dios hombre, perdonaba y expiaba; redimía y premiaba; pero ¡a costa de cuántas penas externas e internas!, ¡a costa de cuántos sacrificios, que han pasado y pasarán desapercibidos para el mundo sensual, y aun para muchos corazones de los míos!
Jesús, Salvador en la tierra, continúa siendo Jesús Salvador en el cielo, presentando ante la Divinidad mi Sangre (en cada Misa sobre todo) y mis méritos, mis llagas, mi amor al hombre, conmoviendo a la Divinidad en favor del hombre.
¡Qué pocos piensan en mi papel de Redentor como hombre Dios, y de Salvador como Dios hombre!
Y pocos se me hacen los siglos, para seguir ofreciendo a la Divinidad ultrajada, los méritos del hombre Dios, adquiridos sobre la tierra, asociando a esas expiaciones voluntarias, los dolores de muchas almas y de muchos cuerpos que, entrando en mi unidad, se sacrifican en la tierra, completando mi Pasión que nunca se completa, porque nunca cesan los pecados del hombre.
C.C. 50, 320‐326. 29 de enero de 1928. 

POR LAS RCSCJ ROBLEDO DE CHABELA. ESPAÑA

ENCARNACIÓN MÍSTICA 1






ENCARNACIÓN MÍSTICA : 25 DE MARZO DE 1906 La Gracia Central de su vida
14 de Febrero de 1897: El Señor anunció a Concepción Cabrera de Armida una gracia muy grande para el día de la fiesta Encarnación del Verbo, el 25 de Marzo. Le prometió “unirse espiritualmente con su alma y darle una nueva vida”. “Prepárate –le dijo- purifícate, porque es muy grande el beneficio que se te prepara”. Ella se resistió porque se creía indigna. Sin embargo obedeció y se preparó lo mejor que pudo para ese día. Llegó el día esperado y no pasó nada de extraordinario. Conchita sufrió enormemente porque se sintió despreciada por el Señor, el cual le dijo días después: “¿Acaso te dije el año?”
24 de Marzo de 1906: El acontecimiento de gracia lo describe Concepción en su diario espiritual. Fue un hecho preparado por Dios durante nueve años; hecho que tenía relación con el tema de los ejercicios espirituales que estaba haciendo con el P. Duarte, S.J. La meditación de la mañana de ese día dentro del esquema de los ejercicios de San Ignacio, había tratado sobre el misterio de la Encarnación del Verbo. Ella anotó en su diario la impresión que le causaron las palabras del sacerdote:
La Encarnación! ¡El Verbo se hizo carne! ¡Esta meditación sí que me hace estremecer!... ¡el Verbo me enamora, me enloquece, me arrebata! ¡Esa humillación sin igual!... esa segunda Persona divina unida a la naturaleza humana por puro amor, por obra del Espíritu Santo, en el seno purísimo de María, es mi delirio, mi pasión, mi todo.
(Cuenta de Conciencia, Tomo 22,160)
Las expresiones de amor al Verbo salpican por todas partes sus escritos, pero en especial las de ese día:
El Verbo se hizo carne... y habitó entre nosotros y habita aún en los Sagrarios, y los suyos no lo recibieron. Sufro, Padre (Bernardo), al considerar que yo, muy suya, no lo he recibido... sin embargo, lo amo, oh sí, lo amo más que a mi vida y a mil vidas y a mil cielos; no se imagina la ternura que mi pobre pecho siente por ese Verbo, por esa Palabra eterna y la gloria que quisiera procurarle. Y yo tengo mis manos vacías y mi corazón sólo lleno de ansias vivas por complacerlo. Y mañana es su fiesta y yo no tengo qué darle y me muero de pena, de rubor y vergüenza. (C.C. 22,163)
Con este fuego en su alma llegó el 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Verbo. Concepción temblaba, machucada hasta el polvo, esperando para ese día lo que le tenía prometido el Señor. El ambiente ya estaba preparado anímica y espiritualmente; no era algo que vendría de golpe.
Recibió la comunión antes de la Misa. Renovó en ese momento sus compromisos. A la hora de rezar el Credo, en el
Incarnatus, quiso decirle muchas cosas al Señor. Poco después en un momento de la Misa experimentó la presencia de Jesús que le decía:
“Aquí estoy; quiero encarnar en tu corazón místicamente. Yo cumplo lo que ofrezco; he venido preparándote de mil modos y ha llegado el momento de cumplir mi promesa; Recíbeme;” Y sentí un gozo con vergüenza indecible. Pensé que ya lo había recibido en la comunión, pero como adivinándome, continuó: -“No es así; de otro modo además, hoy me has recibido. Tomo posesión de tu corazón; me encarno místicamente en él, para no separarme jamás... Y continuó: Esta es una gracia muy grande que te viene preparando mi bondad; humíllate y agradécela”.
(2)
- Pero, Señor,- me atreví a decirle-, ¿qué lo que me habías ofrecido, lo que me habías pedido, no eran unos desposorios?
-“Esos ya pasaron; esta gracia es infinitamente mayor”.
-¿Es el matrimonio espiritual, mi Jesús?
-“Es más, porque el matrimonio es una especie de unión más exterior; pero encarnar, vivir y crecer en tu alma, sin salir de ella jamás; poseerte Yo y poseerme tú como en una misma substancia, no dándome, sin embargo, tú la vida, sino Yo a tu alma, en una compenetración que no puedes entender, ésta es la gracia de las gracias”. ( C.C. 22, 171-172)
“Y yo sentía en mi alma una ternura inconcebible, aquilatada hasta el infinito, diré, por tratarse de lo divino. Siento una finura de amor, el más tierno, interior, entrañable y hondo: como que el arrancarlo sería arrancar la vida, sí, así de íntimo lo siento. Es un amor de Dios no imaginado, un amor en el corazón, con el mismo objeto que lo produce, dentro. ¡Oh, esto es inconcebible!...yo siento querer con toda mi alma, con todas mis fuerzas, a Jesús, a ese Verbo divino, y lo siento dentro del corazón, material, moverse, recordándome a cada paso su presencia”. C.C. 23, 76-77
Esta experiencia de unión tan íntima con Jesús, de transformación en Él, se la comunicó a Mons. Leopoldo Ruiz en una carta:
“No se imagina el impulso que desde el feliz 25 tiene mi alma, aunque entre dolores muy finos, pero eso no importa, me quiere víctima a su imitación y yo en mi pequeñez quiero serlo aunque no soy digna. Me llama a transformarme en Él por la compenetración del dolor, me estira a la práctica de las virtudes en todos sus grados. Me hace palpar mi nada, miseria y debilidad sin igual, y luego me levanta a unos vuelos que me sumergen en la misma divinidad. No me deja engreírme en los consuelos, ni siquiera en no tenerlos, constantemente está sacudiendo a mi espíritu y comunicándome nueva vida, nuevo vigor, creciente celo” (17 de mayo 1906)
¿Cómo entender la gracia de la encarnación mística?
Es obvio que no se trata de una nueva encarnación, ni con ella se pretende significar que la humanidad singular, asumida hipostáticamente por el Verbo, vaya a ser aumentada con la humanidad de Concepción.
Cada místico expresa según su modo de ser la plenitud de su vida interior. La gracia que recibió Concepción es una faceta de la unión de Dios con el alma. Esta gracia denota en Concepción un grado intensísimo de la acción del Espíritu Santo en ella por la cual ese Espíritu la ha hecho adherirse fuerte y visiblemente a la Iglesia madre. Al concederle Dios
esta gracia, la recibe al modo del recipiente que es ella, es decir, de acuerdo a su ser maternal, por eso la gracia de la encarnación mística se formula en clave de maternidad. Es decir, se trata de una gracia que no sólo se entiende en sinónimo de encarnación, de presencia de Cristo en el alma, sino de relación maternal del alma con Cristo. La gracia de la encarnación mística tiene las características de un amor maternal para con el Verbo encarnado; contiene una realidad que permite que, en sentido metafórico respecto de la maternidad de la Virgen María, Jesús pueda ser llamado “Hijo de su corazón”.
“Yo, en cierto sentido, he venido a ser Hijo de tu corazón;...Tendrás, y muy crecido ese martirio de verme crucificado en tu corazón; ya has comenzado a experimentarlo: es muy fino, es muy doloroso, es la misma esencia del dolor porque es la del amor. Y lo de descubrirte aquel secreto que tú ni te hubieras atrevido sólo a pensarlo, que soy en cierto sentido, como Hijo de tu corazón, como si tu corazón, hija, fuera mi madre... y quiero que así sea, que sea, pero como fue el de María, con sus mismas virtudes y cualidades. Imítala, estúdiala y modela tu corazón con esa bella imagen.” (C.C. 25,127-129. 2 de Febrero de 1907)
Tomado de la Tesis Doctoral del P. Carlos Castro, MSpS en la Universidad Pontificia de México: “Proceso humano y experiencia de Dios en Concepción Cabrera de Armida” pags.235-239

POR LAS RCSCJ ROBLEDO DE CHABELA
Continuará este Tema. 

CRIPTA DONDE SE HALLAN LOS RESTOS DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA.

Cripta del Templo San José del Altillo en la Ciudad de México.
Su muerte y su proceso de beatificación

Murió el 3 de marzo de 1937, a la edad de 75 años. Actualmente sus restos mortales, se encuentran en la cripta del Templo San José del Altillo en la Ciudad de México.

El Arzobispo de México inició la Causa de beatificación y canonización con el Proceso Ordinario instruido en los años 1956-1959, a este proceso se añadió el proceso rogatorial de San Luis Potosí. La Congregación para las Causas de los Santos aprobó el decreto el 27 de febrero de 1986. El 19 de octubre de 1999 el congreso de teólogos y el Cardenal Alfonso López Trujillo, declararon que "la Sierva de Dios María de la Concepción Cabrera había observado las virtudes teologales, las cardinales y las anexas a éstas en forma heroica". Fue reconocida como Venerable en Roma el 20 de diciembre de 1999 por Juan Pablo II.
http://es.wikipedia.org/wiki/Concepci%C3%B3n_Cabrera_de_Armida



PUBLICADO POR DAVID GONZALEZ SILVA